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6 valiosas lecciones de trabajo en equipo robadas a los protagonistas Ocean’s Eleven

¿De qué pasta están hechos los buenos equipos de trabajo? No lo parece, pero lograr cosas extraordinarias trabajando en equipo nunca estás de más fijar la mirada en la gran pantalla, que es un auténtico pozo de sabiduría a este respecto.

Y un equipo en el que funciona todo a la perfección (y de manera tan precisa como milimétrica) es, por ejemplo, el que hace de las suyas en la aclamada película de Steven Soderbergh Ocean’s Eleven.

De Danny Ocean y su fenomenal equipo de ladrones hay muchas lecciones que aprender desde el punto de vista de la colaboración. Al fin y al cabo, los criminales de Ocean’s Eleven comparten los 6 rasgos que debe reunir todo equipo de trabajo para prosperar (y volar alto, muy alto)T3N disecciona a continuación tales rasgos (que merece la pena robar):

1. Un objetivo común

En un grupo conformado por individuos extraordinariamente diversos es vital que todos los miembros bailen al compás de un objetivo común.

Es vital que todos los integrantes del equipo aspiren a lograr el mismo objetivo, aunque pueden perseguirlo por razones completamente divergentes.

Danny Ocean, el protagonista de Ocean’s Eleven, ni siquiera va tras el dinero de los casinos Bellagio sino que utiliza el golpe para vengarse del hombre que ha apartado a su mujer de su lado. Pero todos los componentes de su equipo, como el propio Ocean, desean lo mismo: abrirse paso en la cámara acorazada del Bellagio.

A un objetivo bien definido hay solapados tanto beneficios colectivos como individuales y es vital que todos los miembros del equipo tengan clara la meta hacia la que se dirigen para concentrar allí toda su energía.

2. Roles, responsabilidades y competencias claras

Danny Ocean y su compinche Rusty reclutan para su equipo a las personas que su misión exactamente requiere: desde un carterista a un genio de los sistemas de seguridad pasando por un acróbata.

Un equipo debe procurar cobijo a los talentos adecuados y cada uno de los integrantes debe tener meridianamente claro su rol en la misión. Se trata de que cada uno de los miembros del equipo acepte el papel que han tenido a bien endilgarle sus colegas (en base a sus habilidades) y de que unos y otros se prodiguen apoyo y respeto mutuo.

Es esencial además que se respete el reparto de roles. Si alguien cae en la tentación de querer asumir múltiples roles o de ir más allá de la tarea que se le ha encomendado inicialmente, debe hacérselo saber a los demás.

Lo importante es no deja ningún cabo suelto y dejar claros cuáles van a ser los roles, las responsabilidades y las competencias de cada uno.

3. Comunicación eficaz

Sin la comunicación, coordinada hasta el último detalle, el golpe diseñado por los protagonistas de Ocean’s Eleven se hubiera quedado probablemente en agua de borrajas.

Un equipo alcanza sus índices más elevados de excelencia cuando los mensajes adecuados se emiten en los momentos oportunos.

¿El objetivo? Que todos los miembros del equipo dispongan de la información necesaria a fin de evitar incómodos malentendidos.

Tener buen talante comunicativo implica también ser respetuoso con la idiosincrasia de cada uno de los integrantes del equipo y asegurarse de que todos está en la misma onda.

Es importante asimismo alentar una cultura comunicativa que propicie el «feedback» y que aliente a todos los miembros del equipo a hacer preguntas (y a responderlas si se sienten capacitados para ello).

4. Procesos eficientes

Un plan de acción que haga posible que todas las personas involucradas en el equipo hagan lo correcto en el momento oportuno es condición sine qua non para un rendimiento sobresaliente.

En un plan de acción los procesos deben ser lo más claros posibles, ir acompañados de descripciones tan breves como prístinas y zafarse de pasos que son en realidad absolutamente redundantes.

Por otra parte, los procesos (que deben definirse en base a los roles, las responsabilidades y las competencias de los miembros del equipo) no deben ser 100% rígidos y deben revisarse regularmente para adaptarse a eventuales cambios.

5. Sentido mutuo del deber

En un equipo que carga con una misión extraordinaria sobre los hombros todos sus miembros confían al 100% en los colegas que les han tocado en suerte. Saben, al fin y al cabo, que el objetivo que persiguen solo pueden conseguirlo juntos.

Todos los integrantes del equipo deben apoyarse los unos a los otros para que todo funcione como un reloj suizo. Y si alguien no coopera y contribuye al objetivo común, hay procurar solución al problema de manera urgente. Todos deben remar en la misma dirección (y si no, alguien debe apearlos del barco).

6. Cultura de equipo

El «pegamento» de un equipo verdaderamente extraordinario es su cultura. Un equipo en el que hay confianza mutua y un sentimiento psicológico de seguridad lo tiene más fácil a la hora de cuestionar con espíritu crítico procesos y comportamientos y contemplar los errores (que probablemente los habrá) como una oportunidad de aprendizaje y no como un pecado mortal que debe llevar directamente a la hoguera a quien lo comete.

La cultura es el ingrediente secreto de los equipos que, apalancados en la calma y la confianza, logran lo imposible.

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